domingo, 26 de febrero de 2012

1.1. La autocracia Zarista.

A comienzos del siglo XX, el Imperio de los Zares era un inmenso país donde aún pervivía el absolutismo monárquico. Además, su economía y sus estructuras sociales eran las más atrasadas del continente europeo.

Políticamente, el zarismo era una autocracia, es decir, el zar estaba investido de un poder absoluto: gobernaba por decreto, no estaba sujeto a ninguna constitución ni tenía que responder ante un Parlamento. Una fiel burocracia y un poderoso ejército aseguraban el control del Imperio, mientras que la iglesia ortodoxa constituía uno de los grandes pilares ideológicos del régimen.

La agricultura era la principal actividad económica y la tierra estaba en manos de unos pocos terratenientes, que pertenecían a una aristocracia privilegiada. La mayoría de la población eran campesinos sometidos a un régimen casi feudal, que los condenaba a unas condiciones de vida miserables.

En algunas zonas del Imperio (Moscú, San Petesburgo, Urales...), se había iniciado un proceso industrial impulsado, en buena parte, por capital extranjero. Allí había surgido un numeroso proletariado industrial que trabajaba en grandes fábricas por sueldos miserables.

Entre los obreros, se había difundido el Marxismo y en 1898 se fundó el Partido Socialdemócrata Ruso, que ne 1912 se escindió entre mencheviques y bolcheviques. Estos últimos, liderados por Lenin, defendían la necesidad de impulsar en Rusia una revolución social.

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